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Siempre he pensado que una de las señas de identidad de un verdadero artista, la auténtica 'prueba del algodón', era su voluntad y su capacidad de reinventarse y evolucionar a lo largo de toda una trayectoria creativa. Este también es sin duda el caso de ... Rafael Canogar (Toledo, 1935), pintor, escultor, grabador, uno de los artistas más prestigiosos y que más ha influido en el arte español contemporáneo.
Resulta prácticamente imposible resumir en estas líneas toda su amplia y diversa carrera creativa. Desde edad muy temprana se sintió muy atraído por el arte, comenzando su formación, ya en Madrid, con el pintor Daniel Vázquez Díaz.
La década de los años 50 del pasado siglo supuso un hito fundamental con su activa pertenencia como miembro fundador del grupo El Paso (1957-60), un movimiento llamado a cambiar radicalmente los cánones clásicos del arte de la posguerra español, al proponer una pintura experimental y fuertemente abstracta, y en el que también participaron otros grandes pintores españoles como Antonio Saura, Manolo Millares, Luis Feito o el escultor Martín Chirino. Todos ellos miembros del movimiento informalista, una sintaxis creativa abstracta muy gestual, expresiva y con un importante protagonismo en sus propuestas de la materia y las texturas.
'Huellas (Pinturas 1958-1962)', exposición ahora organizada por la madrileña galería Guillermo de Osma, en colaboración con la The Mayor Gallery de Londres, viene a incidir en estas características. Las catorce pinturas que la componen, algunas de gran formato, ofrecen un vivo fresco de sus intereses y soluciones plásticas de un momento que coincide con sus primeros años como artista destacado dentro de El Paso, y que, en mi opinión, representan lo mejor de toda su carrera.
Son obras llenas de energía, libertad, expresividad y potencia creadora, en las que la materia, compuesta por una generosa riqueza de óleo, gran pastosidad y unas texturas prácticamente tridimensionales, marcan el ritmo y la forma de cada lienzo. El propio título de la muestra encaja a la perfección con esa gestualidad casi visceral que abre 'surcos' en las superficies de los soportes como si se tratara de tierra labrada, y en las que la mano se convierte en simbólico apero de arar.
Se trata pues, indudablemente, de una espléndida oportunidad de volver a contemplar y valorar esa etapa fundacional de su trayectoria, máxime después de la reciente exposición antológica llevada a cabo en el también madrileño espacio de CentroCentro.
Galería Guillermo de Osma. Madrid. C/ Claudio Coello, 4. Hasta el 23 de enero de 2026. Cuatro estrellas.
Tras esta etapa, el artista toledano evolucionaría hacia posiciones figurativas dotadas de una gran carga social, volviendo más tarde a la abstracción, lo que viene a ratificar ese deseo de innovar y explorar otros posibles territorios dentro de la creación plástica al que hacíamos referencia al principio. Una voluntad de continua evolución que siempre me hace recordar el maravilloso dibujo epigonal de Francisco de Goya con la leyenda «Aún aprendo...».
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