Thursday, 11 de December de 2025
Cultura

Los libros que unen generaciones: el poder de leer lo mismo a los 7 y a los 70

Los libros que unen generaciones: el poder de leer lo mismo a los 7 y a los 70
Artículo Completo 2,783 palabras
A lo largo del siglo XXI, los libros han derrumbado las barreras de las edades. La literatura infantil y juvenil ha pasado de ser un eslabón más de la formación lectora de una persona a ser un género en sí mismo . Lo que antes era territorio exclusivo de los niños o de los adultos hoy se cruza, se comparte y se reinventa. Si antes eran pocos los chicos que se atrevían a pedir títulos de las bibliotecas de los adultos, ahora son los mayores los que disfrutan leyendo libros con los pequeños e incluso descubren que una saga juvenil puede emocionarles tanto como lo hizo la literatura con la que crecieron. El cambio de paradigma ha creado un territorio editorial fértil , autores que antes escribían solo para un público concreto exploran ahora nuevos territorios; narradores que crecieron con sus lectores los acompañan en su salto a la adolescencia, y los clásicos resucitan en ediciones ilustradas que fascinan a coleccionistas y a nuevos ojos por igual. Un mismo título puede emocionar a un niño, a su madre y a su abuelo, y acaba convirtiéndose en una experiencia común .Noticia Relacionada estandar Si Cuando Stephen King encontró a Maurice Sendak en el bosque de Hansel y Gretel Celia Fraile GilEste espacio intergeneracional nace, además, desde edades muy tempranas. No se puede obviar que son los adultos quienes ponen los libros al alcance del niño, cuando aún no sabe leer o está empezando a hacerlo. Por eso los nombres consagrados –respaldados por premios y por cifras de ventas millonarias– son hoy un reclamo también en las estanterías infantiles. Solo este año, Isabel Allende , Stephen King, la premio Nobel Han Kang o el rey de la fantasía Brandon Sanderson, entre otros, han publicado libros para niños.Existe, además, otra vía que se ha ido abriendo paso a través de estos años: la recuperación de los cuentos clásicos , ya sea en sus versiones originales o en adaptaciones contemporáneas. Muchas veces, la llama que encendió una lectura en la infancia sigue ardiendo en la memoria adulta: basta volver a abrir esas historias para sentir su calor, sobre todo cuando las editoriales ofrecen ediciones que restituyen la crudeza o la belleza del texto primitivo. «Lo que redescubrimos ante todo es la fuerza del mensaje original, un mensaje que supera por completo la época en la que fue escrito. Eso es lo que hace que un clásico sea un clásico: la capacidad de un cuento para abordar problemáticas profundamente humanas, que atraviesan los siglos y siguen resonando hoy con una intensidad sorprendente», subraya Benjamin Lacombe. Benjamin Lacombe recupera las versiones originales de los cuentos clásicos a las que incorpora su particular versiónEl ilustrador presenta estos días en España su deslumbrante reinterpretación de 'La pequeña cerillera' (Edelvives) e hizo lo propio hace unos años con 'La sirenita' , ambos de Andersen. «Son de una modernidad absoluta», insiste. Si en esta última habla de la identidad, de la idea de una diferencia entre el cuerpo y el alma, en 'La pequeña cerillera' aborda la falta de empatía. «Muestra una sociedad encerrada en una burbuja, incapaz de ver las dificultades de los otros, especialmente de los más pobres. Esa burbuja social se parece mucho a la que viven hoy muchos jóvenes –y adultos– con las redes sociales. Se mueve uno en un espacio donde a veces se rehúsa mirar el sufrimiento ajeno, o se hace un 'scroll' indiferente ante las tristezas de los demás».Stephen King también coge un clásico, 'Hansel y Gretel' (Lumen), y lo versiona a partir de las ilustraciones que llevó a cabo Maurice Sendak para una ópera de Engelbert Humperdinck de 1997 basada en el cuento de los hermanos Grimm. Un verdadero tres por uno. En primer lugar, una historia sugerente. Los niños se sienten atraídos por 'Hansel y Gretel' como si fuera la casita de chocolate, aunque les dé miedo. Después, los adultos seguidores del rey del terror sentirán curiosidad por conocer su versión y los de Sendak, por conocer un trabajo suyo hasta ahora inédito. «Estoy seguro de que hay por ahí muchos padres 'boomers' (algunos quizá estén leyendo esto) que se ven reflejados en nosotros y se alegran de poder leerles a sus nietos algo más de Sendak», escribe él mismo en el prólogo, donce reconoce que había entrado en contacto con las historias del autor de 'Donde viven los monstruos' gracias a sus hijos. Su mujer, Tabitha King, conocía sus cuentos y los leían por las noches.Stephen King versiona 'Hansel y Gretel' con unos dibujos inéditos que Maurice Sendak, autor de 'Donde viven los monstruos', realizó para una óperaPor eso, esta versión es el perfecto ejemplo, además, de un gran valor añadido que se refuerza con la lectura compartida de un cuento, sea clásico o no. El adulto es, en el fondo, el que le da sentido al libro, que funciona como una representación teatral : al leer en voz alta, al interpretar cada papel. Cuando pasa cada página, el telón se alza para revelar una nueva escena.Leer a los niños encierra otro poder: crea un espacio seguro . Ese rato de lectura puede abrir puertas a conversaciones que de otra forma quedarían ocultas. «Depende del niño y de la familia, pero es interesante que tengan la oportunidad de poner sobre la mesa un debate, un tema que les pueda tocar», explicaba hace unos días Isabel Allende a ABC Cultural, con motivo de la segunda entrega de su serie infantil, 'Perla y el Pirata' (Penguin Kids). El motor de la saga es precisamente ese: abordar miedos de los que no suelen hablar los niños –celos, abuso, miedo al abandono, el vértigo del primer enamoramiento– y hacerlo desde un lugar de acompañamiento."En un chico o una chica que le hace la vida imposible a un compañero hay una oscuridad muy grande. Eso cambia totalmente el sentimiento profundo de lo que estás contando" Roberto SantiagoSi tender ese puente cuando son pequeños es importante, mantenerlo a partir de la preadolescencia, cuando los cauces de conversación se estrechan, puede resultar vital. La crisis de salud mental juvenil en la que está inmersa nuestra sociedad grita socorro, aunque ellos guarden silencio. El impacto en los adultos de la serie   'Adolescencia' vino en buena parte de ahí. Mostró a los adultos que tienen códigos secretos y oscuras intenciones aunque aún duerman con peluches en la cama. Pero no es solo la manosfera, también son los trastornos de conducta alimentaria, los suicidios… Mientras estaba investigando para su novela juvenil 'El círculo' (Destino Juvenil), la Policía Nacional le contó a Roberto Santiago que, en la inmensa mayoría de los casos de acoso escolar más extremos, cuando van a hablar con las familias no tienen ni idea de que su hijo lo está sufriendo o lo está ejerciendo. «Eso es terrible. Creemos que sabemos lo que están haciendo y por lo que están pasando y en realidad no es así», señala.'Adolescencia'La clave aquí es la sensibilidad , para tratar un tema difícil, sí, pero también para crear un espejo en el que ellos reconozcan sus experiencias y emociones, y dé a los adultos la oportunidad de entenderlas sin juzgar. Santiago es, de esta manera, un autor bisagra en un doble sentido. Publicó el primer título de 'Los Futbolísimos' en 2013 y ya ha superado los cinco millones de ejemplares vendidos. Esos seguidores han ido creciendo y se asoman a una edad crítica, en la que muchos abandonan la lectura. Por eso, conminar a Santiago a escribir una novela juvenil como hizo Anna Casals, directora literaria de Destino Infantil y Juvenil, es una buena jugada. «La idea era que, en ese crecimiento en el que demandan otro tipo de lecturas, yo como autor les pudiera acompañar , que de alguna manera escribiera algo pensando más en ellos», incide.El libro lleva solo tres meses en las librerías, pero ya ha tenido la oportunidad de comprobar que funciona. «En una de las presentaciones de 'El círculo', había un grupito, eran tres chicas y dos chicos, que tenían 15 años y habían leído varios libros de 'Los Futbolísimos' . Estaban emocionados al ver que había ahora una novela mía en la que los protagonistas tenían 16 años. También me han escrito varios a través de las redes sociales para decirme que estaban leyendo 'El círculo' y que se sentían muy identificados», apunta.A través de sus libros infantiles, Santiago introduce temas como la violencia en el deporte, el exceso de competitividad… En los adultos lleva a cabo una gran labor de investigación previa para luego poner el foco en los secretos de los salones de juego ('Ana Tramel') o las prácticas corruptas de las grandes farmacéuticas ('La rebelión de los buenos'). En 'El círculo' fusiona ambos para tratar el acoso escolar . «Es muy delicado, claro. Te mueves siempre en el filo. De un lado a otro. Como autor siempre tienes que intentar entender a los personajes. En un chico o una chica que le hace la vida imposible a un compañero hay una oscuridad muy grande. Eso cambia totalmente el sentimiento profundo de lo que estás contando. Escribir es un estado de ánimo y el mío cuando escribía 'El círculo' es muy diferente a cuando escribo 'Los Futbolísimos'». Algo que intento en mi literatura es borrar la frontera. Nando LópezSantiago no oculta que ese fue el gran reto al que se enfrentó: «A veces me costaba mucho porque, ostras, es un tema duro y al mismo tiempo resulta apasionante intentar comprender qué puede estar ocurriendo en la mente de alguien para hacer esas barbaridades. Y luego ponerte en la piel de adolescentes, que es muy complicado. He dirigido teatro con ellos y ha sido una de las experiencias más intensas de mi vida, para bien y para mal. Para bien porque cuando algo les interesa lo viven con una pasión tan grande… Todo es el principio y el fin del mundo de repente. Pero, al mismo tiempo, cuando algo no les encaja o no les interesa es muy difícil tirar de ellos y muy sencillo que se despisten». Cuando un libro consigue ese difícil equilibrio, cuando habla su idioma sin traicionar la complejidad del tema, se convierte en un puente real: une a estudiantes y docentes, a hijos y a padres… a lectores que buscan respuestas. Pasa con 'El círculo', que ya es lectura recomendada en varios institutos y también con los libros juveniles de Nando López , pionero en visibilizar las realidades LGTBI en la literatura juvenil española. Este año ha publicado 'Teníamos 15 años' (Lo que leo) con esa voluntad. «Aparece la adolescencia de ahora porque quería que conociera a la que hubo antes para que, de alguna manera, dialoguemos sobre qué nos atraviesa, que es la búsqueda de la identidad… Algo que intento en mi literatura es borrar la frontera. Evidentemente, hay diferencias, pero a nivel de pensamiento y de emoción estamos muy cerca», indicaba el autor.El tránsito generacional se refuerza porque hibrida un formato en plena expansión entre las nuevas generaciones: la novela gráfica . De hecho, se ha convertido en uno de los lenguajes más eficaces para mantener vivo un clásico. Permite que respire con códigos visuales contemporáneos sin perder su espíritu original; que un adolescente lo lea con la misma intensidad con la que un adulto reconoce en él el eco de su lectura. Crea una nueva puerta de entrada.Con motivo del centenario del nacimiento de Carmen Martín Gaite Siruela publica el cómic de 'Caperucita en Manhattan'En ese territorio se inscribe la reciente adaptación gráfica de 'Caperucita en Manhattan' publicada en Siruela con motivo del centenario de Carmen Martín Gaite . «Sirve como puente para el adulto, lo reconoce. Puede volver a ello por nostalgia, pero a la vez luego lo puede utilizar para conectar con su hijo. Este libro es ideal para hacer esa lectura compartida porque cuenta con muchas cuestiones filosóficas que se pueden plantear. Da muchísimo juego. El cómic, además, tiene la facultad de que se hace desde un plano de bastante igualdad. Pone a ambos en un nivel semejante de capacidad, de disfrute, de diálogo», afirma Catalina González Vilar, que ha recreado los textos de la obra original. Por su potencial visual y simbólico, 'Caperucita en Manhattan' parecía pedir un cómic. De hecho, Gaite hizo sus propios dibujos. «Para mí fue un regalo tener esas ilustraciones de las que poder partir», asevera Helena Bonastre, que apunta que «Miss Lunatic te pide dibujarla, crearla y verla en las calles de Manhattan». González Vilar describe el trabajo como un lujo que le permitió «saborear la escritura» y «limpiar la estructura, la acción» sin perder la voz original, aunque admite que sufrió seleccionando las citas . Pero ambas tenían claro que, a pesar de que es un homenaje, querían que su adaptación funcionara por sí sola. «No queríamos buscar un atajo al libro. Aunque esté su historia y su espíritu detrás, la gracia es que nosotras creemos una pieza nueva que tenga valor», insiste Bonastre.Otro centenario de este año acaba de estrenar una adaptación excepcional. En 1925, el mismo año que nacía Martín Gaite, Scott Fitzgerald publicaba por primera vez 'El gran Gatsby' que ahora ilustra Benjamin Lacombe. Él resume este fenómeno del regreso de la imagen como lenguaje central. «Están en todas partes, en las 'stories' de Instagram, en las fotos que nos enviamos, incluso en los emojis con los que nos comunicamos. Al final, los únicos lugares donde la imagen casi había desaparecido eran los libros», asevera el ilustrador.Ese cambio explica por qué «cuando se les ofrecen libros que juegan con la imagen… se sienten inmediatamente atraídos. Ya no es ese objeto polvoriento que imaginaban. Por eso, en la literatura juvenil y young adult aparecen cada vez más libros con diseños gráficos atrevidos y con producciones sofisticadas: encuentran una fuerte resonancia entre los jóvenes , que saben captar toda la sutileza de una narración gráfica», añade.En paralelo, la propia categoría de literatura juvenil se ha ensanchado hasta volverse porosa. Hoy se considera lector juvenil a quien tiene entre 14 y 24 años, un arco amplísimo en el que conviven realidades muy distintas. En buena parte por el auge del género romántico –aunque no solo–, la frontera entre los libros para jóvenes y para adultos se ha ido disolviendo: muchos lectores de veinte años consumen títulos pensados para adolescentes y viceversa. De ahí surge la necesidad de distinguir entre young adult (YA), dirigido a lectores a partir de 14 ó 15 años, y new adult (NA), que aborda temas más explícitos (de nuevo, en cuestión de sexo, pero no únicamente) y conflictos propios de la primera juventud. Parece cuestión de tiempo que exportemos esa categoría desde el mercado anglosajón, pero de momento, ahí están los 'trigger warnings' , avisos de contenido que adelantan violencia, sexo, salud mental o situaciones sensibles.Puente afectivoAl final, la fuerza de esta literatura que transita edades reside también en su capacidad para convertirse en un puente afectivo y vienen fechas idóneas para tenderlo. « Regalar un libro es ofrecer un acceso a otro universo, algo que habla de manera íntima y, al mismo tiempo, revela mucho de quien lo regala», dice Lacombe. Esa transmisión no se parece a ninguna otra. «Deja un espacio para la interpretación y la emoción. Y también –algo que solemos olvidar– ofrece un espacio en el que el cerebro trabaja de una forma incomparable: ni una película ni un videojuego solicitan la actividad neuronal del mismo modo. Todos los estudios científicos lo demuestran: leer fortalece el cerebro, desarrolla la imaginación. Es un regalo precioso, casi mágico, que puede ofrecerse a cualquier generación», concluye.

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A lo largo del siglo XXI, los libros han derrumbado las barreras de las edades. La literatura infantil y juvenil ha pasado de ser un eslabón más de la formación lectora de una persona a ser un género en sí mismo. Lo ... que antes era territorio exclusivo de los niños o de los adultos hoy se cruza, se comparte y se reinventa. Si antes eran pocos los chicos que se atrevían a pedir títulos de las bibliotecas de los adultos, ahora son los mayores los que disfrutan leyendo libros con los pequeños e incluso descubren que una saga juvenil puede emocionarles tanto como lo hizo la literatura con la que crecieron.

El cambio de paradigma ha creado un territorio editorial fértil, autores que antes escribían solo para un público concreto exploran ahora nuevos territorios; narradores que crecieron con sus lectores los acompañan en su salto a la adolescencia, y los clásicos resucitan en ediciones ilustradas que fascinan a coleccionistas y a nuevos ojos por igual. Un mismo título puede emocionar a un niño, a su madre y a su abuelo, y acaba convirtiéndose en una experiencia común.

Este espacio intergeneracional nace, además, desde edades muy tempranas. No se puede obviar que son los adultos quienes ponen los libros al alcance del niño, cuando aún no sabe leer o está empezando a hacerlo. Por eso los nombres consagrados –respaldados por premios y por cifras de ventas millonarias– son hoy un reclamo también en las estanterías infantiles. Solo este año, Isabel Allende, Stephen King, la premio Nobel Han Kang o el rey de la fantasía Brandon Sanderson, entre otros, han publicado libros para niños.

Existe, además, otra vía que se ha ido abriendo paso a través de estos años: la recuperación de los cuentos clásicos, ya sea en sus versiones originales o en adaptaciones contemporáneas. Muchas veces, la llama que encendió una lectura en la infancia sigue ardiendo en la memoria adulta: basta volver a abrir esas historias para sentir su calor, sobre todo cuando las editoriales ofrecen ediciones que restituyen la crudeza o la belleza del texto primitivo. «Lo que redescubrimos ante todo es la fuerza del mensaje original, un mensaje que supera por completo la época en la que fue escrito. Eso es lo que hace que un clásico sea un clásico: la capacidad de un cuento para abordar problemáticas profundamente humanas, que atraviesan los siglos y siguen resonando hoy con una intensidad sorprendente», subraya Benjamin Lacombe.

El ilustrador presenta estos días en España su deslumbrante reinterpretación de 'La pequeña cerillera' (Edelvives) e hizo lo propio hace unos años con 'La sirenita', ambos de Andersen. «Son de una modernidad absoluta», insiste. Si en esta última habla de la identidad, de la idea de una diferencia entre el cuerpo y el alma, en 'La pequeña cerillera' aborda la falta de empatía. «Muestra una sociedad encerrada en una burbuja, incapaz de ver las dificultades de los otros, especialmente de los más pobres. Esa burbuja social se parece mucho a la que viven hoy muchos jóvenes –y adultos– con las redes sociales. Se mueve uno en un espacio donde a veces se rehúsa mirar el sufrimiento ajeno, o se hace un 'scroll' indiferente ante las tristezas de los demás».

Stephen King también coge un clásico, 'Hansel y Gretel' (Lumen), y lo versiona a partir de las ilustraciones que llevó a cabo Maurice Sendak para una ópera de Engelbert Humperdinck de 1997 basada en el cuento de los hermanos Grimm. Un verdadero tres por uno. En primer lugar, una historia sugerente. Los niños se sienten atraídos por 'Hansel y Gretel' como si fuera la casita de chocolate, aunque les dé miedo. Después, los adultos seguidores del rey del terror sentirán curiosidad por conocer su versión y los de Sendak, por conocer un trabajo suyo hasta ahora inédito. «Estoy seguro de que hay por ahí muchos padres 'boomers' (algunos quizá estén leyendo esto) que se ven reflejados en nosotros y se alegran de poder leerles a sus nietos algo más de Sendak», escribe él mismo en el prólogo, donce reconoce que había entrado en contacto con las historias del autor de 'Donde viven los monstruos' gracias a sus hijos. Su mujer, Tabitha King, conocía sus cuentos y los leían por las noches.

Por eso, esta versión es el perfecto ejemplo, además, de un gran valor añadido que se refuerza con la lectura compartida de un cuento, sea clásico o no. El adulto es, en el fondo, el que le da sentido al libro, que funciona como una representación teatral: al leer en voz alta, al interpretar cada papel. Cuando pasa cada página, el telón se alza para revelar una nueva escena.

Leer a los niños encierra otro poder: crea un espacio seguro. Ese rato de lectura puede abrir puertas a conversaciones que de otra forma quedarían ocultas. «Depende del niño y de la familia, pero es interesante que tengan la oportunidad de poner sobre la mesa un debate, un tema que les pueda tocar», explicaba hace unos días Isabel Allende a ABC Cultural, con motivo de la segunda entrega de su serie infantil, 'Perla y el Pirata' (Penguin Kids). El motor de la saga es precisamente ese: abordar miedos de los que no suelen hablar los niños –celos, abuso, miedo al abandono, el vértigo del primer enamoramiento– y hacerlo desde un lugar de acompañamiento.

"En un chico o una chica que le hace la vida imposible a un compañero hay una oscuridad muy grande. Eso cambia totalmente el sentimiento profundo de lo que estás contando"

Si tender ese puente cuando son pequeños es importante, mantenerlo a partir de la preadolescencia, cuando los cauces de conversación se estrechan, puede resultar vital. La crisis de salud mental juvenil en la que está inmersa nuestra sociedad grita socorro, aunque ellos guarden silencio. El impacto en los adultos de la serie 'Adolescencia' vino en buena parte de ahí. Mostró a los adultos que tienen códigos secretos y oscuras intenciones aunque aún duerman con peluches en la cama.

Pero no es solo la manosfera, también son los trastornos de conducta alimentaria, los suicidios… Mientras estaba investigando para su novela juvenil 'El círculo' (Destino Juvenil), la Policía Nacional le contó a Roberto Santiago que, en la inmensa mayoría de los casos de acoso escolar más extremos, cuando van a hablar con las familias no tienen ni idea de que su hijo lo está sufriendo o lo está ejerciendo. «Eso es terrible. Creemos que sabemos lo que están haciendo y por lo que están pasando y en realidad no es así», señala.

La clave aquí es la sensibilidad, para tratar un tema difícil, sí, pero también para crear un espejo en el que ellos reconozcan sus experiencias y emociones, y dé a los adultos la oportunidad de entenderlas sin juzgar. Santiago es, de esta manera, un autor bisagra en un doble sentido. Publicó el primer título de 'Los Futbolísimos' en 2013 y ya ha superado los cinco millones de ejemplares vendidos. Esos seguidores han ido creciendo y se asoman a una edad crítica, en la que muchos abandonan la lectura. Por eso, conminar a Santiago a escribir una novela juvenil como hizo Anna Casals, directora literaria de Destino Infantil y Juvenil, es una buena jugada. «La idea era que, en ese crecimiento en el que demandan otro tipo de lecturas, yo como autor les pudiera acompañar, que de alguna manera escribiera algo pensando más en ellos», incide.

El libro lleva solo tres meses en las librerías, pero ya ha tenido la oportunidad de comprobar que funciona. «En una de las presentaciones de 'El círculo', había un grupito, eran tres chicas y dos chicos, que tenían 15 años y habían leído varios libros de 'Los Futbolísimos'. Estaban emocionados al ver que había ahora una novela mía en la que los protagonistas tenían 16 años. También me han escrito varios a través de las redes sociales para decirme que estaban leyendo 'El círculo' y que se sentían muy identificados», apunta.

A través de sus libros infantiles, Santiago introduce temas como la violencia en el deporte, el exceso de competitividad… En los adultos lleva a cabo una gran labor de investigación previa para luego poner el foco en los secretos de los salones de juego ('Ana Tramel') o las prácticas corruptas de las grandes farmacéuticas ('La rebelión de los buenos'). En 'El círculo' fusiona ambos para tratar el acoso escolar. «Es muy delicado, claro. Te mueves siempre en el filo. De un lado a otro. Como autor siempre tienes que intentar entender a los personajes. En un chico o una chica que le hace la vida imposible a un compañero hay una oscuridad muy grande. Eso cambia totalmente el sentimiento profundo de lo que estás contando. Escribir es un estado de ánimo y el mío cuando escribía 'El círculo' es muy diferente a cuando escribo 'Los Futbolísimos'».

Algo que intento en mi literatura es borrar la frontera.

Santiago no oculta que ese fue el gran reto al que se enfrentó: «A veces me costaba mucho porque, ostras, es un tema duro y al mismo tiempo resulta apasionante intentar comprender qué puede estar ocurriendo en la mente de alguien para hacer esas barbaridades. Y luego ponerte en la piel de adolescentes, que es muy complicado. He dirigido teatro con ellos y ha sido una de las experiencias más intensas de mi vida, para bien y para mal. Para bien porque cuando algo les interesa lo viven con una pasión tan grande… Todo es el principio y el fin del mundo de repente. Pero, al mismo tiempo, cuando algo no les encaja o no les interesa es muy difícil tirar de ellos y muy sencillo que se despisten».

Cuando un libro consigue ese difícil equilibrio, cuando habla su idioma sin traicionar la complejidad del tema, se convierte en un puente real: une a estudiantes y docentes, a hijos y a padres… a lectores que buscan respuestas. Pasa con 'El círculo', que ya es lectura recomendada en varios institutos y también con los libros juveniles de Nando López, pionero en visibilizar las realidades LGTBI en la literatura juvenil española. Este año ha publicado 'Teníamos 15 años' (Lo que leo) con esa voluntad. «Aparece la adolescencia de ahora porque quería que conociera a la que hubo antes para que, de alguna manera, dialoguemos sobre qué nos atraviesa, que es la búsqueda de la identidad… Algo que intento en mi literatura es borrar la frontera. Evidentemente, hay diferencias, pero a nivel de pensamiento y de emoción estamos muy cerca», indicaba el autor.

El tránsito generacional se refuerza porque hibrida un formato en plena expansión entre las nuevas generaciones: la novela gráfica. De hecho, se ha convertido en uno de los lenguajes más eficaces para mantener vivo un clásico. Permite que respire con códigos visuales contemporáneos sin perder su espíritu original; que un adolescente lo lea con la misma intensidad con la que un adulto reconoce en él el eco de su lectura. Crea una nueva puerta de entrada.

En ese territorio se inscribe la reciente adaptación gráfica de 'Caperucita en Manhattan' publicada en Siruela con motivo del centenario de Carmen Martín Gaite. «Sirve como puente para el adulto, lo reconoce. Puede volver a ello por nostalgia, pero a la vez luego lo puede utilizar para conectar con su hijo. Este libro es ideal para hacer esa lectura compartida porque cuenta con muchas cuestiones filosóficas que se pueden plantear. Da muchísimo juego. El cómic, además, tiene la facultad de que se hace desde un plano de bastante igualdad. Pone a ambos en un nivel semejante de capacidad, de disfrute, de diálogo», afirma Catalina González Vilar, que ha recreado los textos de la obra original.

Por su potencial visual y simbólico, 'Caperucita en Manhattan' parecía pedir un cómic. De hecho, Gaite hizo sus propios dibujos. «Para mí fue un regalo tener esas ilustraciones de las que poder partir», asevera Helena Bonastre, que apunta que «Miss Lunatic te pide dibujarla, crearla y verla en las calles de Manhattan». González Vilar describe el trabajo como un lujo que le permitió «saborear la escritura» y «limpiar la estructura, la acción» sin perder la voz original, aunque admite que sufrió seleccionando las citas. Pero ambas tenían claro que, a pesar de que es un homenaje, querían que su adaptación funcionara por sí sola. «No queríamos buscar un atajo al libro. Aunque esté su historia y su espíritu detrás, la gracia es que nosotras creemos una pieza nueva que tenga valor», insiste Bonastre.

Otro centenario de este año acaba de estrenar una adaptación excepcional. En 1925, el mismo año que nacía Martín Gaite, Scott Fitzgerald publicaba por primera vez 'El gran Gatsby' que ahora ilustra Benjamin Lacombe. Él resume este fenómeno del regreso de la imagen como lenguaje central. «Están en todas partes, en las 'stories' de Instagram, en las fotos que nos enviamos, incluso en los emojis con los que nos comunicamos. Al final, los únicos lugares donde la imagen casi había desaparecido eran los libros», asevera el ilustrador.

Ese cambio explica por qué «cuando se les ofrecen libros que juegan con la imagen… se sienten inmediatamente atraídos. Ya no es ese objeto polvoriento que imaginaban. Por eso, en la literatura juvenil y young adult aparecen cada vez más libros con diseños gráficos atrevidos y con producciones sofisticadas: encuentran una fuerte resonancia entre los jóvenes, que saben captar toda la sutileza de una narración gráfica», añade.

En paralelo, la propia categoría de literatura juvenil se ha ensanchado hasta volverse porosa. Hoy se considera lector juvenil a quien tiene entre 14 y 24 años, un arco amplísimo en el que conviven realidades muy distintas. En buena parte por el auge del género romántico –aunque no solo–, la frontera entre los libros para jóvenes y para adultos se ha ido disolviendo: muchos lectores de veinte años consumen títulos pensados para adolescentes y viceversa. De ahí surge la necesidad de distinguir entre young adult (YA), dirigido a lectores a partir de 14 ó 15 años, y new adult (NA), que aborda temas más explícitos (de nuevo, en cuestión de sexo, pero no únicamente) y conflictos propios de la primera juventud. Parece cuestión de tiempo que exportemos esa categoría desde el mercado anglosajón, pero de momento, ahí están los 'trigger warnings', avisos de contenido que adelantan violencia, sexo, salud mental o situaciones sensibles.

Al final, la fuerza de esta literatura que transita edades reside también en su capacidad para convertirse en un puente afectivo y vienen fechas idóneas para tenderlo. «Regalar un libro es ofrecer un acceso a otro universo, algo que habla de manera íntima y, al mismo tiempo, revela mucho de quien lo regala», dice Lacombe. Esa transmisión no se parece a ninguna otra. «Deja un espacio para la interpretación y la emoción. Y también –algo que solemos olvidar– ofrece un espacio en el que el cerebro trabaja de una forma incomparable: ni una película ni un videojuego solicitan la actividad neuronal del mismo modo. Todos los estudios científicos lo demuestran: leer fortalece el cerebro, desarrolla la imaginación. Es un regalo precioso, casi mágico, que puede ofrecerse a cualquier generación», concluye.

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Fuente original: Leer en ABC - Cultura
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